A veces es difícil cambiar en familia hacia una dieta más saludable, ya sea porque no sabemos por dónde empezar o porque no todos en nuestra familia o entorno más cercano tienen los mismos deseo de cambiar. Incluso, muchas veces ponemos esto como excusa.
Pero la realidad es otra, no tenemos que esperar por el momento perfecto para que todos estemos en sintonía para hacer un cambio. Cada uno de nosotros puede funcionar como activador para un bienestar común. Cuando uno empieza a incorporar una vida más sana, una mente más clara, un espíritu más fuerte y un cuerpo más sano, inmediatamente estamos fertilizando el terreno para todos nuestros seres queridos. Las energías se van a expandir a todo nuestro alrededor. Hoy en día veo los resultados en mi hijo y mi esposo. Cada uno en su propio momento se fue sumando a este camino, lleno de salud, energía y armonía, y lo más importante sin conflicto, ni estrés.
Con mi experiencia de estos últimos años enfocada 100% en este nuevo camino, me he dado cuenta que cuando nos comprometemos, todo se va arreglando armónicamente. Las energías se multiplican dentro de uno, y luego tenemos el poder de duplicar esa energía hacia afuera. Es como cuando germinamos una semilla, su valor nutritivo y su energía se duplican hasta que la planta crece.
Por eso, si estas en la búsqueda de una vida más saludable, no debemos detenernos cuando nuestra familia o pareja no comparten nuestro impulso. Podemos aprovechar ese momento para hacer pequeños cambios, día a día y poco a poco todos se van a ir sumando a nuestro estilo de vida.
Algunas sugerencias que nos pueden funcionar cuando introducimos algo nuevo a nuestra rutina:
- Al principio debemos de ser sutiles con los cambios en las comidas. Simplemente agregar un poco cada día, en cada plato. Por ejemplo, a la salsa para pasta agregrarle un poco de quinoa, a un aderezo de ensalada agregarle linaza molida y así poco a poco ir elevando el valor nutritivo de cada comida.
- Sin desesperarnos. Si un día no salen las cosas como lo planeamos, volver a intentar al día siguiente.
- Darle tiempo a nuestro paladar y al de nuestra familia. Al principio el paladar está acostumbrado a sabores muy dulces, muy salados, o muy amargos debido a los alimentos refinados. Por eso tenemos que tomar en cuenta que es un proceso lento (a mí me tomó casi 2 años) Una vez que este proceso empieza, descubrirás que existen diferentes capas de sabores que antes no podías apreciar.
- El azúcar es un vicio. Estamos tan acostumbrados a comer azúcar que el cuerpo ya está lleno de microrganismos que viven del azúcar. Aquí es cuando vienen los famosos «antojos». Lo bueno es que a medida que vayamos avanzando e incorporando nuevos sabores estos van a ir desapareciendo poco a poco. Una opción inmediata es empezar a sustituirla por endulzantes naturales.
- Tratar de incorporar una o dos cosas por semana. Esto va a depender de la dinámica de nuestra familia.
- Involucrar a nuestros hijos en la cocina. Que nos ayuden y le vamos explicando los beneficios de una comida sana, rica en vegetales y frutas.
- Recordar que esto no es una dieta sino un cambio de estilo de vida. Un cambio que al principio va a ser lento pero una vez que veamos los resultados, vamos a querer continuar mejorando nuestra salud.
- Solo cambiando un 1% diario en un año lograraremos elevar nuestra salud a un 365%.
- Y por último, tomar esto como una diversión y un aprendizaje para todos.